Izquierda, derecha… el mismo circo con distintos payasos

Nos han vendido por años la pelea eterna entre izquierda y derecha, como si fuese una batalla medieval entre el bien y el mal, como si fuera el gran conflicto de nuestro tiempo. Pero si miras bien, ambos lados comparten mucho más de lo que parecen admitir.
Hoy, la derecha está representada por lo que llaman “demócratas”, “liberales” y “centristas”.
Gente que habla de libertad, mercado y progreso, pero que mantiene intactas las estructuras de poder y control.
La izquierda, por otro lado, es un revoltijo de nombres y etiquetas.
Pero siendo sinceros, no es más que una banda de parásitos con aspiraciones a ocupar el trono de la monarquía política, disfrazada de “defensores del pueblo”.
Su discurso no solo es vacío, es más hueco que el de la derecha.
La izquierda y la derecha: dos caras del mismo feudalismo moderno
Ambas mantienen el mismo sistema vertical que heredamos del feudalismo.
Un sistema donde el Estado, los partidos y las élites políticas son los nuevos señores feudales.
Y el pueblo, aunque lo llamen “ciudadanos” o “votantes”, sigue siendo la servidumbre.
La derecha se sostiene en la lógica del “orden”, el mercado y la autoridad disfrazada de libertad.
La izquierda promete “cambio” y “justicia social”, pero a la hora de la verdad, solo cambia quién está sentado en el trono, no el trono en sí.
¿Entonces, donde esta la alternativa?
No la hay, esa es la verdad, hay que crearla desde donde estamos, como se crearon unos derechos que no existían, como se creo la rueda, el ordenador o los procesadores de datos, no creo que ese sea el punto fuerte del tema. El punto fuerte seria saber lo que tenemos claro que no funciona, la verticalidad y empezar a trabajar en la horizontalidad, no desde el colectivismo sino desde el cooperativismo
Colectivismo no es cooperativismo
Esto es clave. No te lo explicarán en la escuela ni en los discursos oficiales.
- El colectivismo es unión forzada, homogeneidad impuesta, masa que piensa con una sola voz. Es el individuo diluido en el grupo.
- El cooperativismo es unión libre, basada en acuerdos voluntarios entre iguales. Es red, no rebaño. Es manada, no masa.
El colectivismo, por muy bonito que suene, reproduce la lógica del Estado: alguien manda, el resto obedece “por el bien común”.
El cooperativismo, en cambio, rompe la jerarquía desde dentro. Crea poder distribuido. Capacidad real. Comunidad con conciencia.
Por eso nadie lo impulsa. Porque si funcionara —y funciona— ya no harían falta los de arriba.
¿Si existen modelos cooperativos y comunidades empresariales horizontales, por qué no se fomentan más?
Esta es la pregunta que nadie quiere responder.
Los modelos de cooperativas reales, autónomas y horizontales existen y funcionan.
Comunidades empresariales que trabajan en red, donde la jerarquía desaparece y la colaboración se vuelve el motor.
Entonces, ¿por qué no se promueven?
¿Por qué la gran mayoría de las iniciativas oficiales y privadas apuestan por mantener estructuras verticales, jerárquicas y centralizadas?
Porque una sociedad que aprende a organizarse libremente no necesita amos ni señores.
Y eso aterra a todos los que viven del poder, sea del lado que sea.
La verdadera revolución no está en las urnas
La revolución real no se consigue votando mejor ni eligiendo al menos malo.
Se consigue construyendo microsistemas horizontales y autosuficientes donde la libertad y la cooperación no sean promesas, sino prácticas diarias.
Donde la gente deje de pedir permiso y empiece a crear su propio mundo.
No queremos jugar en el tablero que ellos diseñaron para que siempre perdamos.
Queremos romper el tablero.
Nación Kinki no es izquierda ni derecha.
Es el puñetazo a la boca del sistema.
Una llamada a despertar, a organizarse sin jerarquías, a defender valores reales y olvidados.
No eres cliente, eres cómplice.
No compras una camiseta, llevas una idea que arde y contagia.
¿Estás listo para dejar de ser súbdito?
¿O prefieres seguir en la fila esperando permiso?